Nuestro tema consiste en cómo los
diferentes estímulos sensoriales pueden traer al “presente” los recuerdos de
experiencias de una persona. Al mismo
tiempo, según el impacto del estímulo, esos recuerdos se pueden llegar a
transformar, ya que uno los cree acabados cuando en realidad están en constante
regeneración.
Para comprobar esto, hemos
investigado cómo funciona fisiológicamente la memoria en el cerebro humano.
La memoria se almacena de forma
selectiva de acuerdo a la atención que se ponga ante el evento sensorial. Es un
sistema de interconexiones de neuronas a manera de red, que se dan mediante
impulsos eléctricos. Las conexiones entre las células cerebrales no son
permanentes, sino que conexiones nuevas forman nuevos patrones dando así el
origen de nuevas memorias.
La memoria se da mediante tres
fases. Una primera fase de codificación (recepción de la información); una
segunda fase de almacenamiento (se realiza el registro permanente de la
información); y una última fase de recuperación (se recuerda la información).
Los recuerdos son imágenes.
Representamos un acontecimiento pasado. El recuerdo es una estructura común
entre la memoria y la imaginación, que tiene lugar en nuestra mente la
representación de algo ausente.
Una vez que llega el estímulo
sensorial, 300 milisegundos después una neurona dispara un impulso eléctrico y
ese es el tiempo durante el cual la neurona se activa para la formación de
memoria.
Cuando un recuerdo vuelve a la
memoria, comienza el proceso desde el principio, creando nuevas proteínas para
la comunicación de las neuronas cerebrales. Entonces es común que un recuerdo
se mezcle con el presente o con otras experiencias vividas, debido a que
nuestros recuerdos cambian con las vivencias que tengamos desde ese momento que
sucede aquello que recordaremos luego; agregándole componentes o restándole
importancia.
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